Yo no me acuerdo de esta parte de mi vida muy bien. Cuando yo tenía un año, mi familia emigró a los Estados Unidos, Nueva York. Fue una decisión muy difícil para mis padres, porque ellos tenían buenos trabajos y vivían bien en Colombia. Para complicar la situación más, ellos ya tenían 31 años y mis padres sabían que migrar a los Estados Unidos iba a anular todo lo que lograron en Colombia. El bachillerato de mi papá y mi mamá no significa nada en los Estados Unidos, y, como ingenieros de software, esto iba a afectar los chances para conseguir trabajo. Pero ellos querían un mejor futuro para mi hermano y yo, y se sacrificaron mucho por nosotros. 

Durante esta migración a Nueva York, mi hermano y yo llevamos dos cosas muy importantes, un peluche de un perro y un peluche de un dinosaurio. El peluche de perro es mío, y el dinosaurio es de mi hermano. Como dije antes, yo no me acordaba de toda la historia de estos peluches hasta que pregunté hace unos años. Según mi mamá, yo le “regalé” ese peluche a mi hermano cuando nací, y él me regaló el peluche de perro unos meses después de que yo nací. Y yo me acuerdo que durante toda mi infancia yo dormía y jugaba con ese perro y siempre era mi peluche favorito. Lo mismo es verdad para mi hermano también. 

Hoy en día esos dos peluches significan mucho para mí. Algunas veces por accidente, yo encuentro y saco los peluches de nuestro armario. También, los dos peluches me hacen recordar Colombia y los sacrificios que mis padres hicieron por nosotros, y yo nunca voy a olvidar eso. 


 

– Daniel Ruiz

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