Cuando mi prima llegó a los Estados Unidos ella solo tenía catorce años. Para cualquier niña, cambiar toda su vida de un momento a otro sería muy difícil porque siempre hay los choques culturales que esperas que van a pasar. Como integrándose a un colegio nuevo, viendo como los niños tratan a una persona nueva, especialmente una de color. Pero, la cosa que le chocó más a mi prima Karen fue estar lejos de su familia que ella adoraba tanto. El objeto que le hizo sentir más cercana a ellos fue su estampita. Nuestra abuela siempre nos da una estampita cuando vamos a Perú o cuando ella viene a Nueva York. Ella siempre ha querido que nosotros nos sentimos cerca a dios y que sentimos el amor de ella también. Unos meses después que mi prima llegó a los Estados Unidos, su papá murió en un accidente en la autopista y eso puso su mundo de patas arriba. Ella estuvo en Nueva York con su mamá y hermano pero su padre seguía en Perú por su trabajo. Estando casi tres mil quinientos millas lejos de su familia más cercana, ella se sentía aislada.  En Perú ella tuvo la oportunidad de asistir a las misas cada semana, pero en Nueva York era una historia muy diferente. Nuestro pueblo era predominantemente blanco y no había misas a las que se podía asistir en español por casi veinte millas. El objeto que mi prima usó para no sentirse tan sola fue su estampita. Cuando ella lloraba, ella agarraba su estampita y eso le hizo sentir mejor porque no solo era una santo, era el santo que representaba nuestra familia. 

– Ashley Rosenthal

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