El 27 de febrero del año 1991. Mi abuelo, Dionicio Mercedes, se subió a un avión con sus cinco hijos menores de edad y partió de La Romana, República Dominicana. Las edades de sus hijos estaban entre los ocho y los dieciséis años. En ese tiempo, mi mamá solamente tenía doce años. Los seis dejaron su amado país y las personas que amaban, pero estaban nerviosos y emocionados con lo que la vida les deparaba en Nueva York.  Aunque mi mamá y sus hermanos tenían una madre, mi abuelo actuó como mamá y papá para ellos. Él obtuvo los documentos legales para todos ellos y tenía un apartamento y un trabajo esperándolo para poder mantener a sus hijos. Mi abuelo y sus hijos vivían en un apartamento de una habitación en el sótano de un edificio en el Bronx. El trabajó en la construcción de un edificio y nunca recibió ninguna ayuda con dinero. Todo lo que sus hijos necesitaban o querían, lo pagaba completamente de su bolsillo. En 2009, nos enteramos que tenía cáncer terminal y luego el 20 de junio de 2010 mi abuelo amado había fallecido. No recuerdo su voz ni su olor, pero sus joyas y nuestras fotos siempre servirán como recordatorio. Mi abuelo era muy trabajador, se merece mucho más. Mi mamá siempre dice que él era el mejor padre pero también era un gran abuelo. 

– Nayeli Joaquin

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