Desde que soy pequeña, mi papá siempre llevaba una cadena de oro alrededor de su cuello. Tenía un dije de Jesucristo colgado en la cruz, y le caía exactamente en la mitad de su pecho. Normalmente no se le veía, la cadena es larga y sus camisas la cubrían, pero la única manera de que lo quitara era porque se iba a dar una ducha.

Me gustaría decir que sé quién me contó esto, fue o mi mamá o mi papá, pero en cuestión, resulta que la cadena fue un regalo de mi mamá para él. Vengo de una familia de creyentes, y mi mamá hizo que el collar fuera bendecido por un padre antes de dárselo a mi papá. Creo que por esto es que era un objeto tan significativo para él; lo hacía sentir protegido.

A pesar de haber crecido en una familia católica, no me considero una persona creyente o al menos no una que sigue los patrones y tradiciones de una religión, por lo que la forma del dije no resulta lo más importante para mí. En cambio, su importancia resalta en el hecho de que en mis ojos es un objeto con esencia a mí papá, y lo utilizó por tantos años que es como si fuera una parte de él. 

En el verano del 2014 mi papá sufrió un infarto, entre complicaciones de salud y un país en ruinas, mi papá murió 72 horas después del ataque al corazón. Unas semanas después mientras mi mamá revisaba entre sus cosas, me dio ese collar que él siempre usaba. Lo cuido desde entonces, y cada tanto me aseguro de que siga en su lugar. Es un objeto muy preciado para mí, porque como para papá, el collar me hace sentir protegida, pero porque tiene esencia a él.

– FH

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