Desde que me recuerdo mi familia siempre ha jugado bingo. En las fiestas de Ecuador jugábamos con la tómbola. Jugamos con una baraja de tarjetas  y yo siempre soy la que las canta; a veces me roba el trabajo mi primo pero usualmente soy yo. Cuando vivía mi abuela, jugábamos más por ella y siempre hicimos trampa para que ella ganara algunas veces. Ahora cuando jugamos siempre cuentan historias del pasado, historias de mis abuelos o de mis tíos cuando eran pequeños. El bingo nos saca el lado competitivo de mi familia, porque claro el bingo lo jugamos con dinero. El banco siempre ha sido mi prima Angelica. Hay cuatro premios, uno por la tabla llena que es al último cuando ya nos cansamos de jugar, uno para cinco fichas en línea, uno por cuatro esquinas, y el último para el royal. Mi tabla de suerte es la 9. En Ecuador en la terraza de la casa de mi abuelita nos reunimos. Siempre era la primera en llegar y le ayudaba a mi tía arreglar las mesas y sacar las tablas. Como nosotros veníamos de NY siempre traíamos los premios para el bingo, soy afortunada de poder tener la oportunidad de viajar cuando quiera. Mis primos solo los veo por video-llamadas y cuando viajo pero no es lo mismo que convivir y crecer juntos. Por esta razón a veces cuando voy toma tiempo acostumbrarnos y cuando me acostumbro ya es hora de regresar a los EEUU. Cuando era más pequeña yo y mis primos nos íbamos abajo a jugar en el patio. Mi tías son muy chistosas siempre me sacan una riza. Finalmente entendí que todos estos años perdía historias del pasado o de la juventud de mis tíos. 

– MC

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